Dando carpetazos al amanecer

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Darle vueltas a la cabeza mil veces antes de hacer las cosas, es lo que me enseñaron.
Ser agradecida, es lo me inculcaron.
Decir la verdad siendo consecuente con lo que conllevaba, eso es lo que yo he aprendido.
Cómo ser cada día mejor, son las lecciones que me aún me quedan.
El comportamiento humano y su rozamiento ante ciertas dificultades o situaciones, son algunas de la cosas que aún no puedo entender. Cómo lidiar ante ello es otro tema.

Últimamente no tengo mucho tiempo para pensar en aquello que, antes, me provocaba cierta incomodidad. Pero...

Ayer, mientras desayunaba, a la misma hora siempre, en el mismo rincón de la casa de siempre, junto a la ventana y mientras al sol le apetecía salir hoy, pues últimamente suele yacer perezoso detrás de la nubes y hoy ha querido honrar mis pensamientos y recuerdos con su habitual color anaranjado que se refleja en el mar, hoy con la marea baja, dejando entrever los diques del puerto, y entonces comenzó mi cabeza a darle a la maquinaria. Sería por el espectáculo de luces en la ventana o el olor del maldito té, que había comenzado a tomar dos días atrás y el regusto seguía resultándome amargo, aun no lo sé, pero el caso es que me volvieron a asaltar ciertas cuestiones que, esa misma mañana, encontrarían explicación.

El té estaba aún caliente cuando empecé a recordar los meses atrás, pasando por momentos increíbles e inolvidables y felices, los cuales pasaron fugaces ante mis ojos, los que serían increíblemente y difíciles de olvidar, aún mis esfuerzos, pero de los cuales nadie tiene la culpa y finalmente esos... Esos que laten subyacentes en la memoria, sin recibir toda la atención que en su día requirieron o que exigieron. Son esos en los que, mientras el día se despertaba por fin, mucho antes que yo, me temo, son esos los que me decidí repasar.

Las tostadas ya estaban o al menos eso pensé cuando escuché la tostadora. Levantándome para ir a buscar el resto de mi eterno desayuno, me pregunte si sería correcto volver a pensar en ello. Cuando llegue a mi asiento, ya designado por mi desde el momento en que llegué, comprendí que eso no era decisión de me razón, mas bien de mi terquedad.

Analicé los días, desde el término de mi verano, el año pasado, hasta las navidades... Una y otra vez. Yo no sé por qué se me hizo tan eterno el desayuno, ni idea.

Mientras me comia la última tostada, miré a la lejanía y decidí charlarle al sol, o lo que para el resto de los mortales es, hablar sola.

- ¿Qué daño se puede causar en medio mes, sin haber cruzado mas de una conversación? ¿Que dolor se puede infligir a alguien sin haberte dado cita en su apretada agenda para recibir visitas, llamadas o cualquier contacto humano lógico?

Y así, mientras termine mi enorme tostada y casi a punto de beberme el té, llegue a la razón.
El motivo por el cual tantas injurias bobaliconas, juicios de valores sin valores y miles de tonterías más empezaron y terminaron en ese mismo momento. ¿Qué podía ser tan grave? ¿Que lleva a una persona al sin razón y a tal comportamiento? y sobre todo, ¿cómo comenzó todo?

-Nada. ¡Esa es la razón!

Esa fue mi conclusión. No paso nada.
Sería aburrimiento, desesperación o simple monotonia. No paso nada. Un día se pone uno los zapatos y decide arrasar con sus historias, borrar su memoria e imaginar otro mundo, otra historia, dando igual lo que deje tras de si, lo que los demás hicieron por ella, lo que los demás siempre necesitaron, solo.. no pensó. Fue puro aburrimiento y me empecé a reír, pues la escena se desplegaba ante mis ojos cómica e irónica. No había nada, después de tantos meses, no había nada mas que alguien que, en ese preciso instante ya no sería mas una incógnita sin resolver.

Así di carpetazo, aquella mañana, a un conflicto sin conflicto, donde el villano no existía.

Ya, por fin, voy a tomarme el té y cual es mi sorpresa de que ....ohhhh, está frío, que pena me dio.





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